Nada aportan a Tlaxcala los ridículos pleitos entre el gobernador Ortiz y su sucesor; hasta los reporteros salieron raspados cuando el mandatario, enchilado porque el divo llamó cínico a su gobierno, les dibujó nubes en los ojos, como no lo hizo con el autor del ataque…


El gobernador Héctor Ortiz Ortiz, creó su propia versión de: ni los veo, ni los oigo, cuando varios reporteros solicitaron su postura ante reiteradas descalificaciones hechas por el gobernador electo, Mariano González Zarur, a su administración.

“No me explico de dónde sacan esto de la opacidad…han de tener nubes en los ojos, porque no ven, han de tener cataratas, quizá… entonces a lo mejor lo que necesitan es un buen cirujano oftálmico…”

¿Quién padece cataratas?, ¿Los reporteros?

No, éstos fueron utilizados sin su consentimiento, como blancos donde se clavaron dardos envenenados cuyo verdadero destino era Mariano.

Los comunicadores quedaron enmedio de los odios desbordados de uno y otro gobernantes, el actual, de reconocida habilidad para hundir puñales aparentando una alegre convivencia y, el segundo, ávido del reflector, cómo si ya quisiera su turno legal para aplicarse a fondo en un constructivo ejercicio de gobierno.

Ni el ataque frontal de Mariano, ni la defensa en tercera persona de Héctor, hacen bien al estado de Tlaxcala.

Sí en cambio demuestran incapacidad para no anteponer fobias, sus fobias, a lo que podría ser un productivo cierre al alimón, con proyectos de relevancia, lo suficientemente grandes como para aguantar a los dos superlativos del poder en un sistema al que urge reformar, de ese asqueroso culto a la persona en el que, sin remedio caen esos que tras un proceso electoral ganan todo, incluso la impunidad cuando los votos les favorecieron.

Veamos la actitud de Rafael Moreno Valle, en Puebla. Ha dejado la descalificación al gober precioso para otro momento y, se dedicó a explotar la euforia calderonista para sacarle proyectos de tipo carretero. Al igual que aquí, en dicha entidad vecina es tan larga que, hay tiempo suficiente para que Marín corte listones de obras gesionadas por su sucesor.

No, pero aquí, ¿cuándo el de APizaco tendría la mesura para aligerar sus acometidas, si ya anunció que viene con la espada desenvainada, para meter a la cárcel por lo menos a tres de los operadores orticistas que más daño le causaron?

¿Cómo librarnos de ser el receptáculo de maldiciones entre dos políticos, dispuestos a cualquier cosa con tal de perjudicar al contrario?

No hay manera.

Según Ortiz, cuatro meses es un plazo amplio para planear un encuentro entre ambos gobernadores.

Nosotros sabemos que el encuentro entre ambos abortó porque uno de ellos prefirió olvidar la agenda, para atender un compromiso de última hora.

Entonces el otro (sin desperdiciar la oportunidad de cachetear al gremio de los comunicadores) se arroga cualidades fuera de este mundo, para tener una serie de cortesías con su sucesor, sobre todo en el tema presupuestal. Como que le da chance de opinar (pero bien que piensa que no debería) en este rubro, planteado con un incremento de catorce por ciento -según gente de Finanzas- aunque la estimación de Ortiz fluctúa entre un siete u ocho por ciento, con relación al ejercicio actual.

¿Eso es todo lo que pueden hacer?, ¿Tener ciertas cortesías?, ¿Y por qué no, como gente en cuyas manos está el destino de los tlaxcaltecas, asumen su responsabilidad y fijan una fecha para sentarse, teniéndonos a todos de testigos, para ponerse de acuerdo sobre el tema de la entrega recepción.

Así como fueron buenos para hacer campañas donde corrieron ríos de dinero para ganar votos, que lo sean para elaborar una agenda sobre las urgencias de Tlaxcala.

Yo propongo en primer lugar el asunto de las obras inconclusas (la plaza del bicentenario, los cuatro carriles a Puebla, el libramiento y las porquerías de Marco Tulio Munive).

Luego, el incremento de la parada mínima, considerando un acto delincuencial la propuesta de Rubén Darío Domínguez (el transportista que se cansó de besar los pies a Ortiz y ahora lo hace con Mariano) (fíjese, de 4.50 lo quiere subir a 7.50, está como operado del cerebro).

Mariano dejó correr la versión de un supuesto cambio sustancial en sus acostumbrados berrinches. «Es otro», «la virgen le sonrió», «se levantó con el pie derecho», «ya milita en un club de optimismo». Ah, pero en cuanto pudo mirarse en un espejo, arregló su bigote, colocó su pulgar bajo el mentón y, se dijo a sí mismo, «tu eres el gobernador».

Lo mejor sería que siguiera su trabajor y se guarde las descalificaciones para mejores momentos.

Por su lado Ortiz, bueno, creo que el de las nubes en los ojos es él, y se empeña en ver eficiente a su administración cuando muchos opinan lo contrario.

Me generan muchas interrogantes escuchar al vocero Domingo, incluso frente a su jefe: «nosotros esto, nosotros aquello…», como si fuese el socio y no el funcionario «experto en manejo de crisis».