Ubú

Electrificación y neoliberalismo

Electrificación y neoliberalismo

Febrero 19, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos

En los días recientes nos encontramos ante una controversia en torno a la iniciativa energética (una auténtica reforma) que ha planteado el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que privilegia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en el manejo de la energía eléctrica, que toma las características de una verdadera batalla que forma parte de la lucha contra la corrupción y que se enfrenta con las empresas extranjeras, favorecidas exageradamente por los gobiernos neoliberales de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. La demagogia de la derecha reaccionaria utiliza como bandera el tema ambiental y el de las llamadas “energías limpias”, en contra de la forma de operar de la CFE, siendo protagónica en ello la trasnacional española Iberdrola, en contubernio con otras más. Se trata de un importante episodio de lucha por la soberanía nacional donde el tema energético es por demás relevante.

Lenin afirmaba que el socialismo sería: “¡El poder de los soviets más la electrificación!”, hermosa frase que da cuenta del vínculo indisoluble entre el poder político, la tecnología y la ciencia, que abre la perspectiva del progreso. En el caso de México el desarrollo nacional durante el porfiriato estuvo ligado a dos aspectos tecnológicos: la electrificación y el establecimiento de las vías ferroviarias para comunicar al país y desarrollar el comercio, además de que la Revolución Mexicana sería inconcebible sin el ferrocarril, agentes cruciales para la modernización y la perspectiva de un futuro mejor, que contrastó con la realidad rural y atrasada, que pudo ser remontada.

La industria eléctrica en México dio un paso importante durante el porfiriato (1876-1911), que fue contemporáneo a la Segunda Revolución Industrial, etapa de desarrollo occidental que, entre otros elementos, usó a la electricidad por primera vez en la historia. En México, se instaló el alumbrado público y se construyeron generadores que permitieron el desarrollo de otras industrias como la minera y la textil. El país comenzó a demandar electricidad para el desarrollo industrial, al principio autogenerada por la propia empresa, modernización que se lleva a cabo durante el porfiriato. Aunque antes del porfiriato hubo unos avances en el telégrafo, cuya primera señal la emitió Juan de la Granja en 1850, este medio de comunicación se expandió, junto con el tendido de líneas del ferrocarril también en el porfiriato.

En el año de 1879 en León, Guanajuato, se instaló la primera planta de generación termoeléctrica, que abasteció a una empresa textilera. Tras esto, se comenzó a extender rápidamente esta forma de generar electricidad para la industria, público y residencial. En 1881 el alumbrado público comenzó a extenderse a manos de la Compañía Mexicana de Gas y Luz, que inició iluminando unas partes de la capital de la República. La calle de Reforma y la Alameda Central fueron unas de las partes beneficiadas.

La creciente demanda de electricidad atrajo a empresas extranjeras a venir al país en busca de oportunidades de negocio, entregándose concesiones a empresas canadienses y estadounidenses, desarrollando plantas hidroeléctricas que explotaron las caídas de aguas de Necaxa, Tenango y Xaltepuxtla, así como de los ríos del Bajío para abastecer esa zona y las aledañas. “The Mexican Light and Power” controlaba, para 1910, 80% de la energía eléctrica producida en el país (50mW), siendo uno de los mayores proyectos una hidroeléctrica en Necaxa. Tres grandes empresas monopolizaron el sector durante cerca de 20 años.

Fue así que la energía eléctrica crucial para el desarrollo quedó en manos de capitales extranjeros, aunque a partir de la Revolución, desde 1911 se crearon ligas de obreros del sector eléctrico para enfrentar las injustas condiciones laborales y los bajos salarios. De esa forma se creó la Liga de Electricistas Mexicanos y, en 1911, se fundó el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), como el primero de la industria.

La electrificación fue orientada fundamentalmente al sector productivo (textil, minero, etc) llegando al extremo de que para 1937 menos de la mitad de la población contaba con electricidad. Para las empresas no era rentable invertir en desarrollar infraestructura y generadores eléctricos para comunidades rurales, y es que ahí se encontraba el 62% de la población. Por ello en 1937 se creó la Comisión Federal de Electricidad, empresa paraestatal que tiene como objetivo organizar y controlar un sistema nacional de generación, transmisión y distribución, sin fines de lucro y siempre buscando los intereses generales. Como consecuencia de este complicado proceso en 1960, por decreto del Presidente Adolfo López Mateos, se nacionalizó la industria eléctrica, quedando en manos de la CFE, junto con Luz y Fuerza (fundada en 1903).

En su discurso del 27 de Septiembre de 1960 dijo:

 

“Pueblo de México:

”Les devuelvo la Energía Eléctrica, que es de la Exclusiva Propiedad de la Nación, pero no se confíen porque en Años futuros algunos Malos Mexicanos identificados con las peores causas del País intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el Petróleo y nuestros Recursos a los Inversionistas Extranjeros. Ni un paso atrás, fue la consigna de Don Lázaro Cárdenas del Río, al Nacionalizar nuestro Petróleo.

”‘Hoy le tocó por fortuna a la Energía Eléctrica’. Pueblo de México, los dispenso de toda obediencia a sus futuros gobernantes que pretendan entregar nuestros recursos energéticos a intereses ajenos a la Nación que conformamos. Una cosa obvia es que México requiere de varios años de evolución Tecnológica y una eficiencia Administrativa para lograr nuestra Independencia Energética; sería necio afirmar que México no requiere de la Capacitación Tecnológica en Materia Eléctrica y Petrolera. Pero para ello ningún Extranjero necesita convertirse en Accionista de las Empresas Públicas para apoyarnos.

”Solo un Traidor entrega su País a los Extranjeros; los Mexicanos podemos hacer todo mejor que cualquier otro País. Cuando un Gobernante Extranjero me pregunta si hay posibilidad de entrar al Negocio de los Energéticos o a la electricidad, le respondo que apenas estamos Independizándonos de las Invasiones Extrajeras que nos vaciaron el País. Pero que en tanto los Mexicanos  sí queremos invertir en el Petróleo Americano o en su Producción de Energía Eléctrica, por si quieren un socio extranjero. En México la Constitución es muy clara: los Recursos Energéticos y los Yacimientos Petroleros son a PERPETUIDAD PROPIEDAD UNICA Y EXCLUSIVA DEL PUEBLO MEXICANO!!!

”Les dejo la misión de no permitir que vuelva a caer en Manos de Extranjeros.

”El resto de las Especulaciones al respecto son Traición a la Patria. Industrializar el País no implica una subasta Pública de nuestros Recursos Naturales, ni la entrega indiscriminada del Patrimonio de la Patria”.

 

El geógrafo Ángel Bassols (Formación de regiones económicas, 1983) indica que la creación de plantas eléctricas —primero por las compañías extranjeras y a partir de 1964 casi exclusivamente por parte del Estado— ha sido un factor de desarrollo regional importante, pero con peculiaridades propias bien definidas. Por un lado, se comenzó en el porfiriato y en las décadas iniciales posrevolucionarias, aprovechando la energía de los ríos del este (Orizaba y otros) y en el centro-este (Necaxa, en Puebla), para satisfacer las necesidades industriales de esas regiones y las urbanas de México. Simultáneamente se fue dotando a otras aglomeraciones demográficas (Monterrey, Guadalajara, Mérida y las ciudades fronterizas) con plantas termoeléctricas. La CFE, a partir de 1937, e inicialmente en pequeña escala, contribuyó a electrificar las ciudades del interior, siendo su mayor influencia en las regiones centro-este y occidente, en Veracruz y Tamaulipas, utilizando el petróleo nacionalizado, y en el norte (Coahuila) con un reducido peso de carbón de piedra como combustible.

Después de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo en 1960, se construyeron plantas hidroeléctricas medianas en el noroeste, utilizando las presas para riego de Sonora, Sinaloa y el Bajo Colorado; el temazcal en el río Papaloapan, y se continuó el proceso anterior en el centro, en el Estado de México; Tepalcatepec Cupatitzio, en Michoacán; Lerma, en Guanajuato y Jalisco. El mayor impulso lo recibió la industria eléctrica en el sur del país, entre 1965 y 1978, cuando se erigieron las principales plantas hidroeléctricas: Infiernillo y Morelos, sobre el Balsas; Malpaso, Angostura y Chicoasón, en el Grijalva, Chiapas; y termoeléctricas en el centro y noroeste: cuenca de México, Tampico, Monterrey y Torreón; así como en el Río Bravo, primero en Falcón, luego en la Amistad, Coahuila.

Se trata de una infraestructura poderosa que no pude permitirse que sea desmantelada, tal como se pretendió por los gobiernos neoliberales y la mal llamada “Reforma energética” que se encaminó a la privatización de los recursos de todos los mexicanos. Los argumentos del conservadurismo son una muestra de la ideologización desplegada para sostener la necesidad de entregar la energía a intereses privados, buscando la descapitalización del país. Se trata de un proceso histórico largo, de luchas y logros, y un ejemplo de lo que México puede y debe lograr como nación libre y soberana. Esperemos que el próximo martes la propuesta del Presidente sea aprobada en el Congreso, a pesar de la oposición neoliberal, confrontando argumentos ideológicos como el de las “energías limpias” y la lucha contra la contaminación, como si la energía producto de las plantas hidroeléctricas no fuera limpia, y si contar con un reactor nuclear como Laguna Verde no fuera una muestra de avance tecnológico en beneficio de toda la sociedad.

En el reino de Ubú no existían los problemas energéticos como los nuestros, ni se usaban argumentos ideológicos para engañar a la sociedad. Ahí bastaba la fuerza bruta y algo que sustituía a la ideología que eran las tenazas de descerebración, que los neoliberales quisieran utilizar y en cierta medida lo hacen por medio de los comentócratas y opinócratas.

 

¡Para mí es suficiente!

 

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Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

Ismael Ledesma Mateos
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