¿Segunda vuelta o gobiernos de coalición?
Rodolfo Ruiz R
En los días por venir el país se verá inmerso en una polémica política cuyo propósito es dar legitimidad a los gobiernos que surjan de las elecciones de 2018.
Tal controversia gira en torno a qué resulta más conveniente para el sistema político mexicano: la segunda vuelta electoral o los gobiernos de coalición.
En lo personal me inclino por la segunda opción, pero con ciertos candados legales que eviten la sobrevaloración de los partidos pequeños al momento de formar mayorías para integrar un gobierno de coalición.
La segunda opción resulta más conveniente por un asunto de costos —la democracia mexicana ya es bastante cara y una segunda vuelta la encarecería aún más— y porque ésta obligaría a los candidatos y partidos a ser más tolerantes, incluyentes, flexibles y responsables en sus promesas y agendas programáticas.
La segunda vuelta tiene como objetivo dar a los votantes, en una segunda ronda electoral, la posibilidad de confirmar o reorientar conscientemente sus preferencias, cuando ningún candidato, partido o coalición haya obtenido la mayoría requerida. Su objetivo, pues, es legitimar a los candidatos más votados de la primera ronda.
El objetivo de las coaliciones es diferente. Estas privilegian la gobernabilidad para formar mayoría en el Congreso y para constituir un gabinete presidencial de coalición, conformado con ministros o secretarios proporcionales a los votos de cada partido.
Una y otra propuestas surgen frente al muy probable escenario de que ningún partido o coalición obtenga en las elecciones presidenciales del 2018 más del 40% de los sufragios.
El PAN y algunos grupos del PRI, como el del ex secretario de Hacienda Luis Videgaray Caso, están a favor de la segunda vuelta, aunque por distintas razones.
La propuesta de los gobiernos de coalición es respalda por el ex presidente del IFE, José Woldenberg, y por el ex dirigente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, quien el miércoles planteó que si un partido no alcanza el 42% de la votación, la ley lo obligue a iniciar negociaciones con otros para conformar un gobierno de coalición y hacer mayoría en el Poder Legislativo, en aras de generar y garantizar condiciones de gobernabilidad.
En el planteamiento de Beltrones la segunda vuelta electoral no está descartada, pero sólo cuando el partido o candidato ganador no logre construir, en un plazo de dos meses, un gobierno de coalición con mayoría parlamentaria.
La propuesta de Beltrones también establece que si un partido obtiene el 42% o más de la votación, automáticamente aplicaría una cláusula de sobrerrepresentación que le daría al nuevo gobierno viabilidad y mayoría parlamentaria.
Una y otra propuesta tienen pros y contras y respaldos académicos importantes. Sin embargo, yo me inclino por la de los gobiernos de coalición, no sólo por lo caro que resultan las elecciones en México, sino porque en las actuales circunstancias la segunda vuelta parece ser una reforma que tendría dedicatoria para impedir el arribo de Andrés Manuel López Obrador a Los Pinos en 2018.
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Este jueves se confirmó, en la votación en lo particular de la Ley de Ingresos de la Federación para el 2017, que los intereses del gobernador Rafael Moreno Valle y sus diputados federales, están más cerca del PRI o del presidente Enrique Peña Nieto que del PAN.
De otra manera no se entiende por qué los diputados del PAN de Puebla, con excepción de Juan Pablo Piña Kurczyn y Sergio Gómez Olivier, votaron distinto a su bancada.
El coordinador del grupo parlamentario de PAN, Marko Cortés Mendoza, instruyó a sus diputados a votar en contra de la Ley de Ingresos en lo particular, por la negativa del gobierno y el PRI de atender sus planteamientos.
Sin embargo, el coordinador de la bancada poblana, Eukid Castañón Herrera, le hizo saber que no atenderían su instrucción.
La fracción panista proponía hacer deducibles algunas prestaciones sociales, bajar el IVA en la frontera, reducir el IVA del 16 a 12% y el ISR de 35 a 28%.
El asunto, por supuesto, es motivo de escándalo al seno del PAN, por la fundada sospecha de que el gobernador de Puebla y sus diputados prefieren quedar bien con el presidente Peña Nieto que con su dirigente nacional y el coordinador de su fracción en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
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