LA CORTE DE LOS MILAGROS

Con Martha Erika Alonso podría repetirse en Puebla la historia de la señora Sahagún

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  • El grupo morenovallista comienza a mostrar grietas por la sucesión del 2018

Rodolfo Ruiz R.

Aunque últimamente parece haberse puesto de moda en el mundo y en México que las parejas de presidentes busquen seguir los pasos de sus esposos de manera inmediata o después de un periodo de gobierno, la apuesta de convertir a Martha Erika Alonso Hidalgo en gobernadora de Puebla, después de la gestión de José Antonio Gali Fayad, resulta un despropósito.

El primer obstáculo es de orden cultural. No percibo en el ambiente político que los mexicanos veamos con buenos ojos que la consorte de un gobernador co-gobierne o trate de reemplazarlo al concluir su sexenio o dejando pasar una administración gubernamental, y menos si antes de esta circunstancia carecía de carrera o trayectoria política.

El presidente Vicente Fox Quesada exploró esa posibilidad con Martha Sahagún Jiménez, lo que afectó su imagen en proporción casi inversa al protagonismo de la primera dama. Desde Los Pinos se mandaron a realizar encuestas para evaluarla junto con otros precandidatos a la presidencia de la República, y estos sondeos la situaron hacia finales de 2004 y mediados de 2005 como la más popular entre los aspirantes de su partido.

Con Martha Erika Alonso la historia de la señora Sahagún parece repetirse en Puebla. Su marido, el gobernador Rafael Moreno Valle, quiere hacerla gobernadora en caso de que su Plan A, la nominación panista a la presidencia de la República, no llegue a buen puerto. Para ello ya comenzó a medirla y a correr la voz que es la mejor posicionada entre los aspirantes panistas a la gubernatura del 2018.

Para el primer círculo del mandatario estatal, no hay la menor duda de que la actual secretaria general del Comité Directivo Estatal del PAN es la carta fuerte para suceder a Gali Fayad, por encima de otros cuadros morenovallistas con más trayectoria política o cargos en la administración pública estatal o federal como el presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso, Jorge Aguilar Chedraui; el senador Javier Lozano Alarcón, coordinador del equipo de transición del gobernador electo; el diputado Pablo Rodríguez Regordosa; y el presidente municipal sustituto de Puebla, Luis Banck Serrato.

El problema es que varios de ellos no están convenidos de ir con Martha Erika al 2018, y menos si eso implica sacrificar sus proyectos personales. De ahí que no resulte extraño escuchar voces que sutilmente plantean un alejamiento de aquél, con el prurito de que su cuota de lealtad y compromiso con el gobernador Moreno Valle los compromete hasta el fin de sexenio y quizás hasta con su proyecto presidencial, pero no más allá.

Los jilgueros del actual mandatario estatal seguramente argumentarán que la aspiración de Martha Erika es legítima y que su nominación no tendría nada de particular si la esposa del presidente Felipe Calderón es la precandidata mejor posicionada del PAN; si Hillary Clinton va que vuela para convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos; y si Cristina Fernández de Kirchner logró suceder a su esposo Néstor Kirchner en la presidencia de Argentina.

Personalmente creo que a Martha Erika Alonso no se le puede negar, ni conculcar el derecho de participar por la nominación del PAN a la gubernatura de 2018.

Sin embargo creo que entre la esposa de Moreno Valle y las parejas de los presidentes de México, Estados Unidos y Argentina hay una diferencia sustancial; aquellas ya eran figuras políticas y ya tenían una trayectoria como legisladoras o dirigentes sociales antes de que sus maridos fuesen electos presidentes.

Con Martha Erika la situación es distinta, pues sus nombramientos dentro del PAN como consejera estatal, integrante de la Comisión Política del Consejo Nacional y secretaria general del Comité Directivo Estatal han dependido única y exclusivamente de su esposo, el gobernador de Puebla.

Otro factor que juega en contra de sus aspiraciones es la pérdida de cohesión del actual equipo gobernante. En la medida que el sexenio morenovallista se agota y en el escenario político estatal y nacional emergen otros actores, en el grupo se hacen más evidentes las fracturas y divisiones.

Unos comienzan a marcar distancia porque no fueron promovidos o compensados como esperaban; otros porque ya han logrado encarrilarse en el equipo de transición de Gali Fayad; otros porque creen que la prioridad es apuntalar el proyecto presidencial de Moreno Valle más que la minigubernatura de 22 meses; y los menos porque quieren comprar boleto para la gubernatura del 2018, pero sin Martha Erika como protagonista de un proyecto transexenal o una reelección disfrazada.

Así las cosas, veo que los morenovallistas podrían fracturarse en dos o tres bandos, entre los que se alinearán con Gali Fayad, los que se mantendrán leales a la causa apostándose por Martha Erika Alonso o Jorge Aguilar, y los que intentarán impulsar otros proyectos a la gubernatura, como el de Luis Banck o el de Pablo Rodríguez Regordosa.

Todo en cuestión de tiempo, y la cuenta regresiva ya comenzó a correr.

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