LA CORTE DE LOS MILAGROS

Gali, en Puebla gobernador no ha puesto gobernador

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La historia política de las últimas sucesiones gubernamentales de Puebla no sólo juega en contra de Enrique Doger Guerrero, sino también del actual alcalde capitalino José Antonio Gali Fayad.

Y es que desde hace al menos cuatro décadas el gobernador saliente de Puebla no ha podido dejar sucesor, es decir, heredarle el cargo a su precandidato favorito.

El último que lo intentó fue Mario Marín Torres, quien en 2010 impuso al que fuera su secretario de Gobernación y de Desarrollo Social como candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.

Alfredo Toxqui Fernández de Lara, como ayer le decía, operó para que su sucesor en Casa Puebla fuera el que había sido su tesorero y antes su senador suplente, Marco Antonio Rojas Flores, pero su intentona fracasó. En el verano de 1980, el entonces dirigente nacional del PRI, Gustavo Carvajal Moreno, convenció a su amigo José López Portillo de que la mejor opción para la gubernatura de Puebla era el diputado federal Guillermo Jiménez Morales y la balanza presidencial se inclinó hacia allá.

La historia se repitió con el mismo Jiménez Morales, quien pretendió heredar su cargo al que había sido su secretario de Finanzas y en ese momento se desempeñaba como presidente municipal de la capital, el profesor Jorge Murad Macluf, pero un amigo de correrías universitarias del presidente Miguel de la Madrid le ganó la partida.

A Mariano Piña Olaya ni siquiera se le permitió valorar la posibilidad de dejar sucesor. En febrero de 1992, el presidente Carlos Salinas le dio señales muy claras de que un compañero suyo en el gabinete delamadridista, Manuel Bartlett Díaz, sería compensado con una «presidencia chiquita», después de haber declinado la embajada de Francia que se le ofreció tras su relevo como secretario de Educación Pública del gobierno federal.

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En la recta final de su sexenio y con la mira puesta en la candidatura presidencial, Manuel Bartlett pudo inclinar la balanza a favor de su secretario de Finanzas, José Luis Flores Hernández, pero en su afán democratizador del PRI convocó a una consulta directa a la base, en mayo de 1998, en la que el más popular entre la militancia local priísta ganó la contienda, dando al traste con lo que había proyectado para Puebla a través del programa de desarrollo regional Angelópolis.

A Melquiades Morales la sucesión se le complicó desde el comienzo de su mandato. Su primera carta, el empresario radiofónico Rafael Cañedo Benítez, falleció de manera intempestiva; su segunda opción, el secretario de Gobernación Carlos Alberto Julián y Nacer fue derrotado en las elecciones intermedias de 2001, y ninguna de sus dos cartas restantes salía mejor en las encuestas que ex alcalde capitalino Mario Marín Torres, quien entonces amagaba con dividir al PRI e irse como candidato del PRD.

Marín Torres desafió la conseja política de que gobernador no pone gobernador y maniobró para que su delfín, Javier López Zavala, fuera el candidato a sucederlo. El resultado es de todos sabido: el PRI perdió por primera vez la gubernatura de Puebla en 2010 a manos de un ex priísta: Rafael Moreno Valle, quien se convirtió en el primer gobernador de alternancia en la historia pos revolucionaria de Puebla.

¿Podrá el presidente municipal de Puebla, José Antonio Gali Fayad, romper esta inercia histórica en 2016?

¿El hecho de que el próximo gobernador del estado no sea de seis años, sino de sólo un año ocho meses jugará a su favor, dando al traste con el paradigma que reza gobernador no pone gobernador?

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