LA CORTE DE LOS MILAGROS

Juan Pablo Piña o el fracaso de los duros

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El arribo de Juan Pablo Piña Kurczyn a la oficina de la Gubernatura hay que contextualizarlo en la urgente necesidad que tiene el gobernador Rafael Moreno Valle de habilitar nuevos operadores políticos ante el evidente desgaste que enfrenta su administración por la crisis de Chalchihuapan y la Ley Bala.

En lugar de sacrificar a su secretario general de Gobierno, Luis Maldonado Venegas o entregar la cabeza de su secretario de Seguridad Pública, Facundo Rosas Rosas, el mandatario optó por habilitar a un tercero como interlocutor de su gestión ante diferentes grupos e instancias oficiales de carácter nacional o federal.

En la lógica del poder de Moreno Valle, remover a Luis Maldonado, Facundo Rosas o a los dos secretarios, tras la muerte del menor José Luis Alberto Tehuatlie, habría significado una señal de debilitamiento. De ahí su decisión de nombrar a Juan Pablo Piña como jefe de la oficina de la Gubernatura.

Moreno Valle lo sabe mejor que nadie: si la crisis de Chalchihuapan y la Ley Bala dejó un damnificado, ese es Luis Maldonado Venegas, quien a pesar de mantenerse en el gabinete perdió los amplísimos márgenes de maniobra y operación que tenía hasta antes del fallido y fatal desalojo en el kilómetro 14 de la autopista Puebla-Atlixco.

En la práctica Juan Pablo Piña asumirá desde la jefatura de la Oficina del Gobernador muchas de la funciones y atribuciones que tenía el titular de la SGG como jefe de gabinete.

De acuerdo con el escueto comunicado que este domingo se emitió de su nombramiento, el hijo del exgobernador Mariano Piña y la comisionada del IFAI Patricia Kurczyn se encargará de supervisar proyectos estratégicos, dar seguimiento a compromisos hechos por el gobierno del estado y a privilegiar la coordinación interinstitucional.

¿Qué esas tareas no corresponden a un jefe de gabinete?

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El regreso del hijo pródigo

Juan Pablo Piña ya fue miembro del gabinete del gobernador Moreno Valle en el arranque de su gestión. Se desempeñó como secretario de Servicios Legales y Defensoría Pública.

Sin embargo optó por irse cuando lo invitaron a ser visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y su situación en el gobierno de Puebla se volvió muy complicada por sus frecuentes roces con el entonces secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla Prieto, y por la grilla que entre ellos metía el subsecretario jurídico, Enrique Quiroz Acosta.

Juan Pablo Piña dejó la administración estatal, aunque estrechó su relación con el gobernador de Puebla pero ahora como consultor o asesor externo en temas jurídicos.

Por encargo del Ejecutivo estatal, el joven abogado siguió desde su despacho los litigios para quitarle a Ricardo Henaine el predio de Valle Fantástico en la zona de Angelópolis; para echar abajo la concesión que el gobierno de Mario Marín otorgó a OHL para construir una autopista paralela a la México-Puebla, de la caseta de Amozoc a San Lorenzo Almecatla; y para monitorear el proceso de concesión de los servicios del Soapap a la empresa Concesiones Integrales.

Sin Fernando Manzanilla en la SGG y sin la estorbosa presencia de Enrique Quiroz en la Subsecretaria Jurídica, Juan Pablo Piña se convirtió en un visitante asiduo a Casa Puebla, lo mismo para asuntos jurídicos que para temas electorales, de transparencia y derechos humanos.

En pleno escándalo por la muerte del menor de Chalchihuapan y la Ley Bala, su presencia para el gobernador Moreno Valle se hizo indispensable, sobre todo cuando en las maratónicas sesiones del comité de crisis Luis Maldonado quedó inhabilitado como interlocutor o negociador, hundido por sus “piedras de gran calibre”.

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El fracaso de los duros

El arribo de Juan Pablo Piña como jefe de la Oficina del Gobernador debe analizarse también como una derrota de los duros del gabinete, reacios a dialogar y mantener negociaciones con los grupos opositores a la administración estatal, que en la crisis de Chalchihuapan salieron a flote.

Si Moreno Valle optó por un perfil conciliador como el de Juan Pablo Piña en vez de un cuadro cien por ciento suyo pero con fama de duro, es porque esta crisis ya demostró que la política del garrote no es una buena política.

Lo deseable en lo que resta del sexenio morenovallista es que haya una recomposición en el gabinete y que en la toma de decisiones prevalezcan las opiniones de personajes como Luis Banck Serrato, Juan Pablo Piña, Roberto Rivero Trewartha, Jorge Aguilar Chedraui, David Villlanueva Lomelí y José Antonio Gali Fayad, en vez de los criterios de fuereños como Roberto Moya Clemente, Marcelo García Almaguer, Héctor Alcudia Goya y Facundo Rosas, entre otros, quienes visto está que en situaciones de crisis en poco o nada ayudan.

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