El PRI le apuesta a perder y ganar plurinominales
Una vez que los distintos partidos y coaliciones han registrado a sus candidatos a los diferentes cargos de elección popular, es posible hacer algunas lecturas sobre los comicios más competitivos en la historia política de Puebla, a partir de dos variables: el binomio continuidad-ruptura; y el binomio prioridades-fortalezas.
De entrada es claro que los poblanos tendrán que optar por la disyuntiva de prolongación o ruptura. La primera también se podría traducir como continuidad de lo que han sido las gestiones de Rafael Moreno Valle y José Antonio Gali Fayad, y la segunda como un cambio en el estilo, las formas y las prioridades de estas dos administraciones.
La prolongación está personificada en la abanderada de la coalición Por Puebla Al Frente, Martha Erika Alonso Hidalgo, y por los candidatos del PVEM y el Panal a la gubernatura, Michel Chaín Carrillo y Alejandro Romero Carreto, quienes en el imaginario colectivo son percibidos como comparsas de aquella.
En amplios sectores de la población la esposa del ex gobernador Rafael Moreno Valle es apreciada como la continuidad de su marido, como una especie de reelección disfrazada. Y esta parece ser su principal dificultad, pues en el estado y la capital 6 o 7 de cada 10 poblanos desaprueban que la candidata de la coalición Por Puebla al Frente sea la cónyuge del ex mandatario estatal.
La ruptura tiene dos rostros: el de Luis Miguel Barbosa Huerta, cuya nominación tiene el respaldo de Morena, el PT y el PES, y el de Enrique Doger Guerrero, respaldado únicamente por el PRI. En ambos casos hay la certeza de que ninguno seguiría la ruta de Moreno Valle, más no el rumbo o dirección que seguiría el cambio que uno y otro ofrecen.
Prioridades y fortalezas
En el andamiaje de la coalición Por Puebla al Frente es evidente que la prioridad es sacar adelante la elección de Martha Erika Alonso a la gubernatura y, en segundo término, ganar la mayoría en la composición de la próxima Legislatura local.
De ahí que el morenovallismo haya optado por ir en coalición total con cinco partidos a la gubernatura (tres nacionales y dos locales), en impedir que el PVEM y el Panal fueran en alianza con el PRI como ocurre en otras entidades del país y en conseguir que los abanderados de estos dos partidos fueran políticos cómodos y controlables por si hubiera necesidad de que declinaran a favor de Martha Erika Alonso.
La fortaleza de esta alianza está precisamente en su armado y combinación con el sistema de candidaturas comunes en los municipios. Este modelo dual tiene una lógica impecable: todos suman a la candidata a la gubernatura, aunque en los municipios los candidatos de los partidos aliados del morenovallismo se desgarren y compitan entre sí.
En la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por Morena, el PT y el PES, la prioridad y principal fortaleza tiene nombres y apellidos: Andrés Manuel López Obrador. Todo se subordina a lo que diga, disponga y facilite el triunfo del político tabasqueño que por tercera ocasión busca llegar a la presidencia de la República.
En Puebla López Obrador duplica en intención de voto a Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade Kuribreña y este posicionamiento catapulta a los candidatos de Morena a los distintos cargos de elección popular en la entidad, aun cuando sean escasamente conocidos.
Luis Miguel Barbosa, candidato de Morena, PT y PES a la gubernatura, es apenas conocido por el 35 o 40% de los electores pero en intención de voto está casi a la par de Martha Erika Alonso. Claudia Rivera Vivanco no es conocida ni por el 20% de los votantes de la capital, pero en la contienda por la alcaldía poblana la abanderada de Morena está a escasos 5 puntos del panista Eduardo Rivera.
La fortaleza de los candidatos de la coalición encabezada por Morena radica en la popularidad de López Obrador y en algunos perfiles de políticos y figuras públicas que tras haber desertado del PRI, el PAN y el PRD se han hecho de candidaturas en Morena desplazando a sus militantes o fundadores.
La duda mata: ¿la ola electoral de AMLO alcanzará para que los principales candidatos de Morena ganen las elecciones, a pesar de que varios de ellos carecen estructura para movilizar votantes a las urnas el día de la jornada electoral o para vigilar los cómputos y escrutinios en las casillas y consejos electorales?
A juzgar por quienes en el PRI están ocupando los primeros lugares de las listas de candidatos a senadores, diputados locales y federales, y regidores y síndicos en los municipios, da la impresión que los priístas no se ven como ganadores.
El hecho de que su abanderado presidencial siga en el tercer lugar de las preferencias y sin visos de un crecimiento espectacular en los días que restan para la campaña, el que Enrique Doger vaya sin aliados en la contienda por la gubernatura de Puebla y las especulaciones en torno a una sustitución de su candidato a la alcaldía de la capital, Guillermo Deloya Cobián, son un claro indicio del pesimista escenario electoral para el PRI.
Si los priístas estuvieran seguros de ganar, usted cree que Jorge Estefan Chidiac habría renunciado a ser candidato a la gubernatura, para optar por una senaduría plurinominal, que la senadora Lucero Saldaña Pérez habría preferido ir como diputada federal plurinominal en la cuarta circunscripción que ser candidata a la alcaldía poblana, o que Rocío García Olmedo iría por una diputación local segura en lugar de competir por la alcaldía de Atlixco o el Senado.
Es obvio que los priístas creen que ante la debacle electoral que se aproxima es mejor asegurar aunque sea una regiduría en el ayuntamiento de Puebla. De otra manera no se entiende por qué la coordinadora del PRI en el Congreso, Silvia Tanús Osorio; el yerno de Blanca Alcalá, Edgar Chumacero Sánchez o el hijo del líder cetemista Leobardo Soto estarían peleando los primeros lugares de la lista de regidores de Puebla en vez de contender por una diputación federal o local de mayoría relativa.
El PRI, pues, está en la lona.
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