Ismael Ledesma Mateos
Del 9 al 11 de noviembre, la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C. (SMHCT), junto con el Doctorado Transdisciplinario en Desarrollo Científico y Tecnológico para la Sociedad del CINVESTAV (DCTS), realizó el XVII Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, el cual se realizó de manera virtual, lo cual fue una experiencia en verdad inusitada, donde pudimos contar con conferencistas de varios países (Argentina, Brasil, Colombia) y de varios estados del país.
Este congreso tuvo como temática rememorar la actividad académica y la trascendencia de Rolando García. Fue muy trascendental traer a nuestra memoria a este importante investigador que realizó grandes aportaciones al conocimiento, y en el caso que me concierne al CINVESTAV.
Rolando García (Azul, Buenos Aires, 20 de febrero de 1919–15 de noviembre de 2012), que murió a los 93 años, fue un científico argentino referente de la historia de la ciencia en la Argentina. Fundador de la Sección de Metodología y Teoría de la Ciencia del CINVESTAV y luego investigador en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM. Antes de su exilio fue el decano que transformó la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UBA entre 1957 y 1966, colocándola en un primer nivel internacional y poniéndola al servicio del desarrollo del país. Repudió el golpe de estado de 1966, encabezado por Juan Carlos Onganía, y resistió la intervención de la UBA en “la noche de los bastones largos”. Se hallaba con el vicedecano, Manuel Sadosky, cuando entraron los policías y salió a recibirlos, diciéndole al oficial que dirigía el operativo: “¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios”
Un corpulento custodio le golpeó entonces la cabeza con su bastón. Se levantó con sangre sobre la cara, y repitió sus palabras: el corpulento repitió el bastonazo por toda respuesta.
En 1980 llegó a México y de 1981 a 1983 se desempeñó como profesor titular en la Universidad Autónoma Metropolitana (Plantel Xochimilco). De 1984 a 1998 trabajó en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV). Posteriormente trabajó en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM, donde redactó un libro sobre sistemas complejos; y a partir del año 2000 se integró de tiempo completo a la planta de investigadores de este centro.
Fue uno de los primeros investigadores del cambio climático global, de su impacto en los ecosistemas y biomas, y sus efectos sistemas de producción de alimentos. Desarrolló, junto a Jean Piaget, la epistemología genética. Al momento de su muerte se encontraba trabajando en la fundamentación metodológica, teórica y epistemológica de la investigación interdisciplinaria aplicada a sistemas complejos.
Yo tuve la oportunidad de conocerlo en un curso organizado con Julio Muñoz acerca de la Historia de la ciencia, y saber de su relación con Jean Piaget. Mi vínculo con este gran epistemólogo viene de mi formación en el CINVESTAV, cuando estudiaba la Maestría en Bioquímica, pero tenía gran cercanía con el departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias. Al saber que Rolando había trabajado con Piaget, me llamó sobremanera la atención. En la Preparatoria Diurna Benito Juárez de la UAP, en el curso de Psicología con el que luego fue mi gran amigo Francisco Zardanetta, leí el libro de Piaget Seis estudios de psicología, que marca su transición de la psicología genética a la epistemología genética. Y luego, con esa influencia piagetiana, leí el extraordinario y difícil libro Biología y conocimiento. Estudio de las regulaciones orgánicas de los procesos cognoscitivos. No hay que olvidar que Piaget era originalmente biólogo, y empezó como malacólogo, es decir estudiando moluscos.
El curso de Rolando García me encantó, pues comenzó con un autor emblemático para mí, que es T.S. Kuhn, de donde tomé la idea que desde su pensamiento, hay un revolución de los estudios sobre la ciencia, y por ello es mejor hablar de Teoría de la Ciencia y no filosofía de la ciencia. Algo crucial en mi formación en el campo que cultivo, y del cual vivo, fue la lectura del libro Psicogénesis e historia de la ciencia, el cual también cambió mi vida, luego de La estructura de las revoluciones científicas, de Kuhn.
Rolando García, físico y meteorólogo (su especialidad era hidrodinámica y termodinámica de la atmósfera), es un ejemplo de la idea de que en los estudios sobre la ciencia hay que entender a “La ciencia tal como ella se hace”, lo permite tener claridad de la realidad de la ciencia, más allá de los mitos y la leyenda del “método científico”.
Cuando tomé su clase me encantó una frase que desde entonces repito en todos mis cursos: “Si hay una vacante en una materia de mecánica de fluidos, nadie que no tenga la certeza de saber de la temática se atrevería a darla; pero si dicen que hay una vacante en un curso de historia o filosofía de la ciencia, cualquier boludo de mierda diría que la puede dar”, lo cual refleja la ignorancia y la falta de respeto acerca de los estudios sobre la ciencia y la tecnología. ¡Yo he vivido eso en carne propia!
Algo no trivial es que Kuhn era físico, Piaget era biólogo, Rolando era físico, y eso implica queno se trata de los lógicos que ven la ciencia desde fuera, sino que pueden verla desde dentro, como pasó muchos años con quienes trabajaron la filosofía de la ciencia, que era algo horrible.
Prologado por la gran colaboradora de Piaget Bärbel Inhelder, la introducción al libro Psicogénensis e historia de la ciencia (siglo XXI editores) es clara y radical:
“La opinión más generalizada, tanto en los hombres de ciencia como entre los historiadores de la ciencia, es que no existe ninguna relación entre la formación de las nociones y operaciones en los estadios más elementales, y su evolución en los niveles superiores. A esta opinión suele agregarse una creencia frecuente, aunque menos general: que la significación epistemológica de un instrumento de conocimiento es independiente de su modo de construcción, en tanto este último está vinculado a la historia y, eventualmente, a la psicogénensis, mientras que aquel depende del funcionamiento de este instrumento en un sistema sincrónico y actual de interacciones cognoscitivas, irreductibles, según esta hipótesis, a las consideraciones diacrónicas y, por ende, a sus etapas anteriores.”
Y prosigue:
“El poco interés general por los estadios elementales del conocimiento proviene pues, sin lugar a duda, de la idea corriente según la cual el desarrollo de los conocimientos sería lineal, y cada etapa reemplazaría así a la precedente, conservando ordinalmente algún vínculo con esta última, pero sin ninguna relación con las primeras.
”En realidad, el proceso es muy diferente. En efecto, no sólo los estadios sucesivos de la construcción de las diferentes formas del saber son secuenciales –es decir, que cada uno es a la vez resultado de las posibilidades abiertas por el precedente y condición necesaria de la formación del siguiente–, sino, además, cada nuevo estadio comienza por una reorganización, a otro nivel, de las principales adquisiciones logradas en los precedentes. De aquí resulta una integración, hasta los estadios superiores, de ciertos vínculos cuya naturaleza no se explica sino a través de los estadios elementales”.
A continuación, uno de los capítulos más impactantes es el titulado: “De Aristóteles a la teoría del ímpetus”, donde García, siguiendo a Piaget, maneja de manera magistral una teoría física que perduró por siglos, donde uno se pregunta ¿acaso el gran filósofo griego era tonto? La respuesta es: ¡Claro que no! Pero veía el movimiento como lo concebiría un niño. Cuando el móvil, por ejemplo un flecha, caería cuando ya no tiene ímpetu, de forma lineal, sin poder darse cuenta de una trayectoria parabólica, como pudo pensarse en el Renacimiento con Galileo. Es decir, que uno podría pensar que en la Grecia antigua, las estructuras cognitivas podría ser similares a las infantiles, y por ello no podían comprender una trayectoria como la real. La teoría del impetús la estudié muy joven, a los 16 o 17 años, cuando el astrónomo Luis Rivera Terrazas me dio un curso de historia de la ciencia –que en realidad era historia de la física– siendo Rector de la UAP –él daba, en la mañana, mecánica clásica y, en la tarde, historia de la ciencia–, usando un libro extraordinario que era el de Arnold Arons, Evolucion histórica de los conceptos de la física, que era impactante, y cuando estudié con Rolando García me ayudó a comprender mejor lo que es en realidad la ciencia.
Rolando fue Vicepresidente fundador del CONICET en Argentina y en el CINVESTAV fundó la Sección de Metodología y Teoría de la Ciencia, de la que luego partió para integrarse al Centro de Investigaciones Interdisciplinaria en Ciencias y Humanidades, invitado por su fundador el gran Rector Pablo González Casanova, donde dejó una huella indeleble en los estudios acerca de la complejidad. Por todo ello, me parece que fue trascendental que en nuestro congreso de la SMHCT, rememoráramos a Rolando García.
En el reino de Ubú no existieron personajes con esa visión y compromiso intelectual, científico y político. Sólo hubo represores como los que agredieron a Rolando García en la noche de los bastones largos, a los cuales la gente pensante debe saber confrontar y combatir en todas las trincheras posibles.
¡Vamos a interrumpir aquí!
ubu.mexicano@gmail.com
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