Antonio Bello Quiroz
…es que la mujer, no se sabe lo que es, tiene domicilio desconocido
Jacques Lacan
I
Para leer los fenómenos de la cultura, el psicoanálisis se ha constituido como una práctica dialógica. La mitología, la literatura (la poesía), la antropología, la filosofía, las historia, el arte, la lingüística, las matemáticas, la física y otras muchas disciplinas mantienen vasos comunicantes con el psicoanálisis en su lectura profunda y puntual del lazo social.
En 1919, para abordar la presencia de lo siniestro (unheimlich), Sigmund Freud, el inventor del psicoanálisis, hace referencia a una disciplina propia de la filosofía: la estética.
El texto fue escrito cuando ya se encontraba casi terminado Más allá del principio del placer, texto con el que en 1920 Freud da un vuelco a sus planteamientos teóricos. Trabajo éste donde Freud despliega toda la potencia conceptual de la pulsión de muerte. Andamio necesario para que hoy podamos hacer una lectura otra de la cultura, dándole lugar a la incomodidad con que se viven los vínculos con la civilización.
Dentro de esa incomodidad, un lugar central ha tenido la presencia de la sexualidad humana. No es un secreto que la sexualidad se ha revelado como algo incómodo a lo largo de la historia de la humanidad. Lo ha sido más aún desde que la modernidad desacralizó el cuerpo y la mercadotecnia lo transformó en un medio de propaganda y comercialización.
En la vida sexual, dice Octavio Paz en La llama doble, parece que nuestras sociedades realizan los anhelos sadeanos de una sociedad de leyes débiles y pasiones fuertes, en donde el único derecho sería el placer con toda su crueldad y su carga mortífera. Así lo vemos, por ejemplo, con los feminicidios que en todo el mundo van en aumento.
Y si la sexualidad en sí misma es fuente de conflicto en lo humano (junto con la condición mortal son los dos conflictos que distinguen al ser hablante de los demás organismos), en tanto que escapa a los patrones biológicos y, en ese sentido, es portadora de una esencia estructural de perversión, lo es aún más la sexualidad femenina en tanto que incluye la dimensión de lo excesivo y encarna lo diferente, lo sin-orden. El erotismo femenino no se encuentra sometido al órgano ni tampoco al corsé de la temporalidad.
II
Freud, en Lo ominoso, señala que la estética se ha detenido preferentemente en lo bello, lo grandioso; en cambio, elide lo repulsivo o penoso. Sin embargo, dice el maestro vienés, la vía de la estética no tiene por qué desecharse para abordar esas experiencias extremas que se producen en el sentir ante lo informe, lo oscuro, lo abismal, lo desproporcionado, lo monstruoso, en fin, lo incómodo.
En la primera parte de Lo ominoso, tras realizar un análisis filológico exhaustivo, Freud nos descubre que literalmente unheimlich significa inhóspito. Pero reconoce que lo inhóspito incluye la hospitalidad. También señala que en lo siniestro unheimlich se incluye a su contrario heimlich, es decir, algo que nos resulta familiar, nos es agradable, pero al mismo tiempo muestra algo oculto, y se refiere a un miedo de la infancia que hemos olvidado y que vuelve a asolarnos con su terrible rostro familiar. Lo siniestro genera atracción y repulsión al mismo tiempo.
Propongo que eso ocurre en lo social con la presencia de la condición femenina en todo sujeto. La condición femenina, la que nos es lo más familiar (eso que debiendo estar oculto se hace presente), deviene siniestra (inhóspita) para la sociedad en su conjunto, para todo sujeto sexuado.
III
Para Freud, para el psicoanálisis, el drama de la castración es un factor central en la constitución psíquica y sexual del sujeto. Posibilita la estructuración subjetiva que incluye la conciencia de muerte.
Para muchos sujetos la muerte, los cadáveres y el retorno de los muertos resulta ser lo más siniestro. De entre lo más siniestro vinculado a la muerte se encuentra el temor a ser enterrado vivos. Esta imagen de lo siniestro está asociada con el retorno a la madre tierra, el retorno al seno materno. En esta serie de temores con frecuencia se ubica el horror ante la visión de los genitales femeninos, la experiencia (en la realidad o como amenaza) se vive como algo ominoso. Freud asocia esta angustia ante lo femenino como la experiencia de nostalgia con aquello que nos resulta familiar, los genitales o el vientre materno en el que alguna vez se vivió. Del que podemos decir con propiedad: “ya estuve ahí una vez”.
Así, entonces, lo ominoso es lo familiar de antiguo y que ha quedado reprimido. Esta represión se señala con el prefijo un de unheimlich.
En la clase del 10 de enero de 1960, en el Seminario VII La ética del psicoanálisis, Lacan introduce un neologismo que nos conduce al corazón de lo siniestro, se trata del término éxtimo que nos remite a lo exterior y extraño, mejor aún, a lo vivido en lo interior y que nos resulta ajeno. Lacan inventa lo éxtimo a partir de aplicar el prefijo ex (exterior) a la palabra intimidad para señalar que lo real está tanto dentro como fuera. De esta manera, el Otro es algo extraño al sujeto y al mismo tiempo constituye su núcleo.
La propuesta es que para todo sujeto, la condición femenina adquiere carácter de éxtimo, es lo más ajeno pero al mismo tiempo el núcleo, lo más propio del sujeto.
En un artículo de Freud denominado El motivo de la elección del cofre, muestra diversas escenas donde hay que elegir entre tres mujeres como tres cofrecillos (oro, plata y cobre). La elegida al último es siempre la tercera mujer (nuestra tercera mujer, la preceden la madre y la mujer). Una mujer que “ama y calla”. A esta tercera elegida también la identifica con Atropos, la inexorable, la muerte. En algunas mitologías, esa tercera mujer también, contradictoriamente, es hermosa, prudente, fiel. Se trata de lo femenino materno asociado a la muerte. Las mujeres con esa doble faz: dan la vida y dan la muerte.
Es inevitable reconocer las resonancias de este trabajo de Freud, donde se asocia lo femenino con la muerte, con el horror a la castración señalado en El tabú de la virginidad de 1917 y, esencialmente, con La cabeza de la medusa de 1922. En este último, Freud considera el horror a los genitales femeninos como el horror ante la castración de la madre. Estas puntualizaciones teóricas, míticas incluso, se materializan en nuestro aún evidente horror y rechazo a la diferencia sexual. Los feminicidios son la más cruda evidencia de este odio y rechazo a la diferencia sexual.
En suma, la sexualidad femenina ha sido incómoda para hombres y mujeres de todas las épocas. Se intensifica cuando se muestra con su costado excesivo e insaciable. La sexualidad femenina se presentó a Freud como un enigma hasta el final de su producción teórica: el continente oscuro le llamó. La mujer es un discurso sin lugar, no se sabe qué es la mujer, tiene domicilio desconocido, señala Lacan. La condición femenina ha sido asociada a la noche, la oscuridad, la maldad, los comercios con el diablo, etc. Asociada con lo siniestro y, por ello, perseguidas por oponerse a la legalidad social de los hombres.
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