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Ciencia y sociedad 0

Del odio al amor, ¡trastornos traumáticos!

· noviembre 13, 2020

Diana Frida De Lima Mar

 

¿Quién no ha escuchado que del odio al amor hay un solo paso? ¿Será alguna enfermedad que nos haga cambiar de opinión acerca de lo que pensamos de las personas? Pues no sé si les habrá pasado que, cuando iban en la primaria, había un niño o niña que les molestaba (sin dañarlos) todo el tiempo; y después se enteraron de que lo hacía porque le gustaban. Pues este no es el caso de una enfermedad, sino porque aún no saben o no están seguros de cómo expresar sus sentimientos.

Pero pensemos en un adulto. Imagínense que tranquilamente van al supermercado. Cuando están en el cajero para pagar la compra, entran de repente encapuchados armados a robar y los toman como rehenes por varios días porque no pudieron escapar. En el transcurso de esos días se empiezan dar cuenta de que los asaltantes son buenas personas, porque ni siquiera los han lastimado, incluso les han dado comida y respetan su espacio. Se convencen a ustedes mismos: por el sistema en el que nos encontramos, los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos, los pobres tenemos que apoyarnos. Entonces ayudan a sus captores a escapar y no quieren denunciarlos porque no les hicieron nada, solo le robaron a alguien más rico.

Casos así rara vez han pasado. El primero en identificarse fue en un banco de Estocolmo, el 23 de agosto de 1973, con Kristin Enmark, de 23 años, y su captor Jan Olsson, quien tomó varios rehenes pidiendo dinero y la liberalización de Clark Olofsson (uno de los más temidos delincuentes del país en ese entonces). Después de la liberación de Olofsson, Kristin se conmocionó por la manera que Olsson manejaba la situación y sintió que no les haría daño, además de que se los había prometido. Al sexto día de la captura, agentes lograron entrar y desarmar a los secuestradores, quienes confesaron que no pudieron matar a los prisioneros porque eran amigos. Sven, otro de los rehenes, afirmó una vez rescatado que sentía gratitud hacia sus secuestradores, a pesar de haberlo amenazado con dispararle para demostrar a las autoridades que todo iba en serio.

Esta relación entre rehenes y secuestradores, de miedo y confianza en aislamiento, es descrita por el psiquiatra Nils Bejerot como un fenómeno paradójico de vinculación afectiva, conocida como Síndrome de Estocolmo. Algunos autores como Graham et al (2001) proponen que se debe a una respuesta de supervivencia ante una amenaza prolongada y severa donde la víctima despliega estrategias de supervivencia en su interacción con el captor. También se observó que pacientes con el síndrome de Estocolmo habían sufrido abuso sexual o algún tipo de violencia antes de presentar el síndrome. Se consideró que para desarrollarlo se debería presentar los siguientes factores (de Fabrique et al, 2007):

  1. un individuo debe ser rehén durante un período significativo de tiempo,
  2. rehenes y secuestradores deben mantener contacto personal continuo,
  3. los secuestradores deben tratar a los rehenes amablemente en algún momento.

Desde el primer caso del síndrome de Estocolmo se han sumado algunas otras características, mismas que han dado la dificultad para diagnosticar este síndrome, y se ha cuestionado su existencia. Hasta el momento no se encuentra reconocido dentro de los más importantes manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos, el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud, ya que no existe una unificación en los criterios de diagnóstico y características que deberían presentar.

Diferentes psicólogos sugieren que el síndrome de Estocolmo podría incluirse como un tipo de “estrés postraumático complejo”, mientras que otros lo consideran como parte de la categoría reacción a estrés agudo.

Cuando se perciben acontecimientos traumáticos de forma directa o indirecta (guerras, muertes, problemas económicos, robos/secuestros, accidentes de tráfico, violencia, catástrofes sobrenaturales, etc.) pueden provocar secuelas y marcas emocionales que impactan en el desarrollo psicológico. El más frecuente asociado al trauma es el trastorno de estrés postraumático (TEPT).

El TEPT se caracteriza por comportamiento de evitación, alteraciones cognitivas y del estado del ánimo, así como hipervigilancia, sobresalto y alteraciones del sueño; además de sentimientos de ansiedad intensos y poder revivir el evento traumático a través de los recuerdos intrusivos, flashbacks y pesadillas.

En el cerebro encontramos un sistema responsable de la vida afectiva, partícipe en la formación de memoria, expresión e interpretación de conductas sociales y la generación de juicios morales, llamado sistema límbico. Las estructuras límbicas más relacionadas con la sintomatología postraumática son el hipocampo, la amígdala, la corteza cerebral y el hipotálamo, además de estar interconectas para formar circuitos neuronales involucradas en funciones como la adaptación al estrés, la toma de decisiones y el miedo condicionado.

La amígdala está vinculada con la emoción, cumple con la detección de amenazas, está implicada con la adquisición y expresión del miedo condicionado. Esta estructura es capaz de mantener una respuesta de estrés mucho después de haber terminado un trauma.

La corteza media prefrontal (mPFC) regula la inhibición de la amígdala y la respuesta neurohormonal al estrés. Se ha reportado que las neuronas de la mPFC contraen sus dendritas y muestran una menor ramificación, además de tener potenciales a largo plazo (LTP) alterados; estos potenciales son responsables del aprendizaje de extinción del miedo. Los LTP son un proceso que ocurre en la membrana de la neurona para la formación de memoria y aprendizaje.

El hipocampo es una estructura importante relacionada con la memoria, el aprendizaje y la emoción. Estudios de neuroimagen de pacientes con TEPT muestran que su hipocampo tiene una reducción en el volumen, afectando principalmente a sus regiones CA3, CA1 y giro dentado. Cabe mencionar que no todos los estudios corroboran estos hallazgos, porque la reducción volumétrica aparecía incluso en población sin TEPT y solo se hacía evidente en la edad adulta y no en población infantil.

El hipotálamo, inicia distintos ejes de regulación metabólica y homeostática de gran importancia y complejidad, además de ser un mediador a la respuesta del estrés por medio del eje Hipotálamo-Hipofisario-Adrenal (HPA).

La actividad normal del eje HPA conduce la homeostasis del cuerpo y la supervivencia durante el estrés, además de promover las respuestas de regulación de vías metabólicas, cardiovasculares, actividad inmunológica y neuroendocrina (liberación de hormonas por la estimulación del sistema nervioso). La disfuncionalidad en el eje HPA, afecta al sistema de atención promoviendo un estado de hipervigilancia y problemas en la regulación emocional, en la autoconciencia y en la empatía.

A nivel cortical (regiones de la corteza cerebral, ganglios basales y cerebelo), el TEPT crónico se correlaciona con una reducción en la sustancia gris (somas neuronales y axones: partes de la neurona) de la corteza prefrontal dorsolateral, parietal y en la corteza cingulada. La duración del trastorno es proporcional a la reducción de sustancia gris y a la gravedad de los síntomas.

Hay varias hipótesis establecidas en relación con los factores que puedan predisponer al TEPT como la vulnerabilidad genética que implican a los genes reguladores de la producción de neurotransmisores: dopamina, serotonina, glutamato, GABA y noradrenalina, y las proteínas CREB, entre otras. El incremento de glutamato puede promover la apoptosis en neuronas del hipocampo y de la mPFC; así mismo, los niveles disminuidos de GABA podrían relacionarse con el estrés, la hiperexcitabilidad sináptica y la aparición de crisis convulsivas psicogénicas.

Prácticamente todos los estudios sobre TEPT y alteraciones de memoria describen la influencia de la corteza prefrontal dorsolateral y estructuras subcorticales (como la amígdala y el hipocampo) en la recuperación de episodios relacionados con el trauma (flashbacks).

Las memorias traumáticas o flashbacks son el resultado de la integración y contextualización ineficaz de episodios en la memoria. Las memorias de acontecimientos traumáticos tienen las siguientes características:

  • son persistentes en el tiempo,
  • tienen posibilidad de variar su contenido,
  • no son una reproducción exacta del acontecimiento,
  • tienen carácter de viveza.

Si alguna vez has presentado una situación traumante y crees que desarrollaste TEPT lo más recomendable es que consultes a tu médico y tomes algún tipo de psicoterapia de acuerdo con tu diagnóstico. Recuerda que no debes automedicarte y puedes ayudarte manteniéndote en contacto con familiares o amigos.

Lamentablemente esto le puede pasar a cualquiera. Es muy importante mantenerte informado y conseguir orientación para tener salud mental.

 

 

Referencias

  • Mayo Clinic. (2019). Trastorno de estrés postraumático. Recuperado el día 1 de octubre de 2020 de https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/post-traumatic-stress-disorder/symptoms-causes/syc-20355967
  • Seijas, R. (2013). Trastorno por estrés postraumático y cerebro. Asoc. Esp. Neuropsiq. 33(119), 511-523. doi: 10.4321/S0211-57352013000300004
  • Rizo, E. L. (2018). The stockholmo syndrome: a systematic review. (2018). Clínica y salud. 29(2). doi: 10.5093/clysa2018a12
  • Zegarra, J. A. & Chino, B. N. (2018). Neurobiología del trastorno de estrés postraumático. Rev Mex Neuroci. 20(1), 21-28. doi: 10.24875/RMN.M19000023
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