Maritza Flores Hernández
Una de las tradiciones mexicanas más bonitas son las Calaveritas. Las hay de azúcar, de chocolate, de amaranto con miel, y también literarias. Sí, aunque no lo crea: están hechas de palabras. Por cierto, ¿ya escribió la suya?
Las calaveras literarias son pequeños poemas dedicados a una persona viva. Por otra parte, esta persona es particularmente conocida en el país o dentro de una comunidad. De ahí que, generalmente, sean los políticos, gobernantes, artistas, gente del espectáculo e, incluso, las maestras de las escuelas primarias, quienes resultan ser el blanco de estas narrativas.
Además, en ellas se habla de la vida, características, vicios o cualidades de la persona aludida.
En la mayoría de estas composiciones poéticas, se insinúa o se afirma que la Muerte ha de llevarse al personaje.
Desde luego, hay excepciones: en algunas ocasiones el notable personaje logra eludir a la Muerte. Sin embargo, todos lo sabemos, eso conforma parte de la ficción.
Para que no haya enconos ni malas interpretaciones, dedicamos una Calaverita al arquitecto Miguel Ángel Huerta Parraguirre, decano del Instituto de Artes Visuales del Estado de Puebla, amigo de toda la plástica: pintura de caballete, murales, fotografía, escultura, y de las artes escénicas, música, teatro, danza, ópera.
Para Miguel Ángel Huerta Parraguirre
Huerta Parraguirre mira
con ojos de “arqui” y decano
el arte que aún transpira
en muros sin puerta ni vano
Miguel Ángel, el artista,
piensa en el arte urbano
de Banksy, quien solicita
un dibujo muy humano.
El de una parca que inspira
el beso más venerado,
Banksy, de figura anónima,
tiene el permiso negado.
Es ella, la Muerte misma
Quien con el vaho humano
de Miguel Ángel, en el aire
escribió un NO, muy negado.
El arquitecto Miguel Ángel Huerta Parraguirre, cuando fue cuestionado sobre el “arte callejero” o Street art, como el de Banksy, declaró que el arte evoluciona, el grafiti es parte de ese movimiento, cada generación innova. Agregó que muchas veces es un arte efímero pero que deja una huella en la sociedad. Aseguró, incluso, que él mismo dibujaba en los cristales, con su propio vaho, durante el frío invierno; y eso, cuando está bien hecho, es arte.
Actualmente se realizan distintos concursos o convocatorias de Calaveritas dedicadas a personajes que ya murieron. Esto se debe a que estas poesías buscan, por un lado, que las tradiciones creativas se fortalezcan, que la gente joven recuerde el pasado y las costumbres como parte de la identidad mexicana.
Por otra, que los personajes sean conocidos en dimensiones más cercanas a nuestra realidad, pues mantenerlos alejados de los entornos cotidianos hace que se piense en ellos como leyendas y no como parte de la historia de una población.
Además, las Calaveritas logran que el común de las personas, se entere de la existencia de personajes de todas las épocas y en muchas actividades distintas que forjan una nación.
Con ese motivo comparto tres calaveritas más, también de mi autoría, escritas para Francisco Toledo, Pablo Picasso y Saturnino Herrán. Los tres, genios de la pintura y la escultura; el primero y el tercero, mexicanos; el segundo, español.
Para Francisco Toledo
Estrella viva amarilla
Papalote rojo grana
Francisco remonta y vuela,
Va más allá de sus canas.
Toledo es de Oaxaca
De sapos, coyotes y alas
De los mundos trasmutados
De signos que abren arcas.
Ahora, junto a La Muerte
Contempla a su patria amada.
Esta calaverita fue presentada a concurso en octubre de 2019; no obstante, continúa vigente porque Francisco Toledo, artista plástico, de origen zapoteco, mexicano, quien murió en Oaxaca de Juárez, Oaxaca, tuvo la virtud de trascender en su carácter de impresor, dibujante, pintos, escultor y ceramista, revelando la cosmogonía de sus orígenes, que involucra las máscaras y los animales reales y míticos, hermosos y monstruosos. En fin, con eso conquistó al mundo.
Para el niño Pablo Picasso
De la tauromaquia hizo
arte el nacido en Málaga.
Del tiempo y línea, cubismo
abierto y vida fragmentada
Cielo dorado y rojizo,
niño Pablo, alma alada,
Picasso usó su hechizo,
No hay muerte ni nada.
Dicen que él nació muerto.
Ni modo, mi bien amada
Se te fue el muy castizo
La eternidad es su casa.
De Pablo Picasso se dice que nació muerto, que el médico echó una bocanada de humo de cigarro sobre el rostro del pequeño y entonces Pablo gritó molesto. Fue un niño prodigio: aprendió a dibujar y pintar como un adulto siendo aún muy pequeño. Llegaría a declarar: “En aprender a pintar como los pintores del renacimiento tardé unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida.”
Para Saturnino Herrán
Bella juventud fluctuante
En superficie de agua parca
Identidad naciente
Paga derechos de marcha.
Saturnino Herrán viene
Su ofrenda es trajinera
de flores que la luz hiende,
de soles que abren la colmena.
Alma mexicana batiente
ni errante ni pasajera
Mira, pinta, fiel ariete
de la muerte traicionera.
Atrapa su luz brillante
Se retrata con la bella
Quien siguiendo un rehilete
Posa eterna como estrella.
Saturnino Herrán, nació en Aguascalientes, México. Murió a la edad de 31 años. Logró crear una pintura que fue, por primera vez, mexicana. No se trataba de la pintura española o de la que hacia relación a la novohispana y tampoco a la netamente indígena, sino que representaba al México de finales del siglo XIX y principios del XX. Un México libre, independiente y con identidad propia. En su óleo “La ofrenda” queda presente la tradición del día de muertos y de los fieles difuntos, así como la importancia de la ofrenda dentro de las costumbres nacionales.
Nuestro deseo es que, después de conocer a estos personajes y su enfrentamiento con la vida y la muerte, se anime y escriba sus calaveritas a sus seres queridos y a los no queridos.
No Comments